En los últimos años, se ha dado gran relevancia a la hipótesis de si el consumo adecuado de diferentes vitaminas puede ser eficaz para retrasar el envejecimiento, evitar la pérdida de la memoria y prevenir las enfermedades neurodegenerativas, y entre ellas el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. De hecho, en diferentes estudios, llevados a cabo en personas que padecían la enfermedad de Alzheimer comparadas con controles sanos, se observó que presentaban concentraciones más bajas de diferentes vitaminas en muestras sanguíneas, entre ellas la Vitamina A, la E, el ácido fólico, la B12, la D y la C (entre un 12 y un 33 %).
Varios estudios epidemiológicos han señalado que la ingesta de determinadas vitaminas (β-caroteno o provitamina A, y vitaminas A, C y E), gracias a su acción antioxidante, disminuyen el daño oxidativo a nivel celular. Los antioxidantes son esenciales para proteger la actividad de todas las células del organismo y de las neuronas, que son especialmente sensibles a la degeneración. Por ello, consumir dosis adecuadas de este tipo de sustancias, tanto a través de la dieta como en suplementos, puede evitar, conjuntamente con otras medidas, el deterioro cognitivo y el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias.
Los niveles bajos o la ausencia de algunas vitaminas del grupo B, conllevan la pérdida de la acción protectora antioxidante de las mismas. También interfieren en la actividad de la glucosa, los lípidos y los fosfolipidos, repercutiendo negativamente en la actividad mitocondrial, en la acción de los neurotransmisores y en el funcionamiento sináptico.
Vamos a citar y describir algunas de las consecuencias del déficit de cada una de las vitaminas del grupo B. Ya en una publicación previa habíamos mencionado cómo el déficit de vitamina B12 (cianocobalamina) podía provocar trastornos cognitivos y la enfermedad de Alzheimer. Pero también es importante el consumo adecuado de las otras vitaminas del mismo grupo, como son la vitamina B1 (tiamina), vitamina B2 (riboflavina), vitamina B3 (niacina), vitamina B4 (adenina), vitamina B5 (ácido pantoténico), vitamina B6 (piridoxina), vitamina B7 o vitamina B8 o vitamina H (biotina), vitamina B9 (ácido fólico), vitamina B10 (ácido 4-aminobenzoico) y la vitamina B11 (carnitina).
Aunque la mayoría de las vitaminas realizan sus funciones de manera combinada, también puede ser individualizado su mecanismo de acción. La tiamina (vitamina B1) participa directamente en el desarrollo del crecimiento neuronal, sobre todo a nivel de las sinapsis y de las proyecciones axonales. Esta vitamina es necesaria para la síntesis de ácidos grasos, esteroides, ácidos nucleicos y aminoácidos aromáticos precursores de algunos neurotransmisores implicados en la cognición, atención y la memoria (acetilcolina, el glutamato y el ácido gamma-aminobutírico).
Actualmente, no se observan casos de una deficiencia severa de esta vitamina en nuestro medio. Este déficit es la causa de la enfermedad denominada beriberi, que cursa con dolor generalizado, decaimiento, debilidad muscular, fatiga y alteración de la marcha (ataxia). Descrita en 1881 por los médicos Karl Wernicke y Korsakov, siendo observada en personas alcohólicas que sufrieron afectación cerebral grave con pérdida de la memoria.
A diferencia de la tiamina, la deficiencia de riboflavina (vitamina B2), no muestra síntomas neurológicos específicos, y es difícil identificarla clínicamente. Generalmente se presenta acompañada de deficiencias de otros nutrientes asociándose a la anemia y la fatiga. El déficit de niacina (vitamina B3), solo se observa en países en vías de desarrollo. Generalmente debuta con alteraciones dermatológicas (dermatitis) y diarrea. Estos síntomas corresponden a la pelagra que cursa con trastornos neuropsiquiátricos (depresión, episodios confusionales, alucinaciones, trastornos psicóticos, pérdida de memoria) y, en algunos casos, demencia.
La adenina (vitamina B4), aunque originariamente fue considerada como una vitamina, actualmente se la ha apartado de este grupo. Está relacionada con diferentes funciones metabólicas esenciales para la regulación del hierro. Su deficiencia afecta a la formación celular, desarrollo de los tejidos y al sistema inmunológico y se relaciona con procesos como la anemia, la hemocromatosis y la β-talasemia. El ácido pantoténico (vitamina B5), es un precursor esencial de la síntesis de una enzima (acetil-CoA) necesaria para la síntesis del neurotransmisor acetilcolina, que entre otras funciones es esencial para la neurotransmisión neuronal, y por ello participa en la cognición. Su deficiencia, extremadamente rara en los humanos, provoca cambios de la personalidad con fatiga, apatía y alteraciones del carácter como inquietud, irritabilidad y agresividad.
La piridoxina (vitamina B6) posee un efecto protector a nivel cerebral, sobre todo en procesos isquémicos, tóxicos o contusiones craneales. Su déficit se ha asociado con diferentes patologías (diabetes, enfermedades cardíacas, cáncer). Su acción protectora es especialmente manifiesta en el hipocampo y por ello tiene gran importancia para mantener la memoria. El déficit de esta vitamina, conjuntamente con una reducción de la vitamina B12 y la B9, provocan un rápido deterioro cognitivo, mientras que la ingesta adecuada de ambas mejora la reserva cognitiva. Existe evidencia de que su deficiencia aumenta la concentración sanguínea de la homocisteína, que sería la responsable de los déficits enzimáticos y del déficit cognitivo asociado.
La biotina (vitamina B7 o vitamina B8 o vitamina H) interviene activamente en el metabolismo de la glucosa y en la homeostasis tanto a nivel del hígado como a nivel cerebral. Sus funciones son importantes a nivel general y no existen manifestaciones neurológicas específicas que ayuden a reconocer su deficiencia. La deficiencia de ácido fólico (vitamina B9) generalmente se manifiesta por alteraciones en el estado del ánimo, depresión y ansiedad. En personas de edad avanzada, puede ser responsable de una disminución del rendimiento cognitivo y de un mayor riesgo para desarrollar una demencia. Se ha descrito que adultos jóvenes que mantienen una ingesta dietética elevada de ácido fólico (promedio de 384 µg/día) muestran mayor habilidad cognitiva que aquellos que lo consumen en menores cantidades (cercanas a 152 µg/día). La cantidad de folato recomendada se sitúa alrededor de los 400 µg/día. Del mismo modo que una ingesta con dosis inferiores disminuye el rendimiento cognitivo, dosis excesivas, sobre todo en personas de edad avanzada, pueden disminuir la capacidad cognitiva.
El ácido 4-aminobenzoico (vitamina B10) está involucrado en la producción de ácido fólico por las bacterias y tiene múltiples acciones (frena la actividad bacteriana, reduce la inflamación y actúa como antioxidante). No se le conoce una acción directa sobre la cognición. Actualmente está siendo investigado en las áreas descritas y sobre todo por su acción dermoprotectora.
La carnitina (vitamina B11, L-carnitina, acetil-L-carnitina y propionil-L-carnitina) es esencial para normalizar la actividad celular. Su deficiencia provoca alteraciones mitocondriales e inhibe la producción de radicales libres, y por tanto, la acción antioxidante. Animales de experimentación con niveles reducidos de carnitina en la sangre están más predispuestos a sufrir neurodegeneración y la enfermedad de Alzheimer. En humanos se ha demostrado que la carnitina mejora las funciones cerebrales, tanto la cognición como la memoria, y que retrasa el deterioro cognitivo leve y la progresión de la demencia en la enfermedad de Alzheimer. Se recomienda para retrasar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer y la de Parkinson, así como para aliviar los síntomas de la depresión senil y los trastornos de la memoria relacionados con la edad.
Una dieta variada y equilibrada, que contenga frutas, verduras y productos lácteos, aporta las cantidades necesarias de vitaminas y minerales. En el día a día, la mayoría de las personas consumen cantidades suficientes de los nutrientes. Solo en momentos puntuales o en aquellas personas que realizan dietas no controladas o en procesos que alteran la absorción intestinal, los niveles de vitaminas pueden disminuir por debajo de los adecuados, siendo en estas situaciones recomendable la realización de una suplementación con vitaminas y minerales para alcanzar la dosis adecuada.
La Comunidad Europea ha autorizado y recomendado la utilización de nueve vitaminas (vitaminas B1, B2, B3, B5, B6, B9, B8, B12 y C) y tres minerales (hierro, magnesio y zinc) que han sido seleccionados por sus propiedades saludables. Esto pone de relieve la importancia de consumir, siempre que sea posible, alimentos que contengan las vitaminas recomendadas, prestando especial atención durante el embarazo, la infancia y en la edad avanzada. En estas épocas, el desarrollo y la actividad cerebral son más vulnerables. De este modo, estaremos realizando la prevención del deterioro cognitivo y de la enfermedad de Alzheimer desde la infancia.
En los últimos años se ha observado que las vitaminas tienen un papel fundamental en la actividad mitocondrial, y por ello se insiste en mantener niveles adecuados de tiamina, riboflavina, niacina, ácido pantoténico, vitamina B6, biotina, ácido fólico y vitamina B12. Todas ellas interactúan conjuntamente, y la utilización de suplementos de una sola vitamina, sin tener en cuenta las interacciones con las demás, puede afectar alguna de las rutas y dificultar un desarrollo cognitivo adecuado, poniendo en riesgo de desarrollo de la enfermedad Alzheimer a lo largo de las diferentes fases.
Dr. Secundino López Pousa
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