La música es «una de las expresiones creativas más íntimas del ser humano que forma parte del quehacer cotidiano de cualquier sociedad, tanto por su goce estético como por su carácter funcional y social, que a lo largo de la historia nos ha identificado como personas, grupos y culturas». La capacidad de producir y disfrutar de la música es una particularidad de los humanos que está presente a lo largo de toda la vida, desde la infancia hasta la vejez, que interviene en la regulación de las emociones, permite reducir el estrés y genera sensaciones placenteras y de bienestar.
Dependiendo de nuestro estado de ánimo, la música puede modificar las percepciones y ayudar a relajarnos, mejorar la concentración, traer a nuestra mente recuerdos agradables o ayudar a olvidar aquellos desagradables y provocarnos una sensación enérgica. Pero también puede producir efectos contrarios como la distracción y la evocación de recuerdos desagradables.
Desde hace más de medio siglo, tenemos conocimientos científicos sobre el beneficio que supone la realización de actividades musicales y rítmicas con el objetivo de mantener o mejorar la salud, y en particular la rehabilitación de secuelas de algunos trastornos neurológicos. Existe evidencia de que, en los pacientes con parkinsonismo, el ritmo musical mejora su marcha. Se ha constatado que la entonación melódica es útil en aquellas personas con dificultad de lenguaje, y que mejora la recuperación de aquellas que han sufrido o sufren accidentes cerebrovasculares, esclerosis múltiple, u otras enfermedades neurodegenerativas, entre ellas las demencias y la enfermedad de Alzheimer.
La música y el ritmo estimulan tanto el sistema nervioso autónomo como el neuroendocrino, activando las diferentes áreas cerebrales (tanto las frontales como las temporales, parietales, cerebelosas y límbicas). La audición musical puede modificar la actividad neuronal readaptando estructuras o circuitos cerebrales que estaban inhábiles.
La aplicación de todos estos beneficios en una intervención se recoge en la musicoterapia. Existen diferentes definiciones de la misma; así, el diccionario de la de la Real Academia de la Lengua se refiere a la musicoterapia como «el empleo de la música con fines terapéuticos, por lo general psicológicos», mientras que la Federación Mundial de Musicoterapia la describe como «la utilización profesional de la música y sus elementos como una intervención en entornos médicos, educativos y cotidianos con individuos, grupos, familias o comunidades que buscan optimizar su calidad de vida y mejorar su salud y bienestar físico, social, comunicativo, emocional, intelectual y espiritual».
Al igual que hemos señalado para la arteterapia (vid. artículo mencionado), hoy en día, la musicoterapia se considera una actividad que debe ser realizada por profesionales. En este sentido, la Asociación Americana de Musicoterapia, es clara al definirla como «el uso clínico, basado en la evidencia, de intervenciones musicales dentro de una relación terapéutica para lograr objetivos individualizados por un profesional acreditado que ha completado un programa aprobado de musicoterapia».
Por todo ello se considera hoy en día que la musicoterapia es un tratamiento no farmacológico dirigido a las enfermedades neurodegenerativas y mentales, siendo una técnica terapéutica no invasiva, segura y, en gran medida sin efectos secundarios.
La mayoría de los estudios realizados con este tipo de terapia en pacientes con demencia muestran efectos beneficiosos en las diferentes etapas de la enfermedad. Cantar canciones conocidas evoca recuerdos y sentimientos asociados a personas, y a lugares en los que se ha estado, mejorando el ánimo, la orientación, la memoria y estimulando las relaciones sociales. Escuchar música agradable y estimulante reduce temporalmente la ansiedad, y si añadimos el canto o la oratoria, el beneficio cognitivo es mayor. Esto se explica porque ambas acciones sostenidas (música y el canto) amplifican la red neuronal generando estímulos sobre todo en las áreas de la memoria y del aprendizaje. En la enfermedad de Alzheimer, se observa con su utilización una disminución de la ansiedad y de la sintomatología depresiva desde el inicio de la enfermedad. En fases ligeramente más avanzadas, demencia moderada, puede ayudar a reducir tanto la frecuencia como la intensidad de los delirios, las alucinaciones, la irritabilidad y la agitación.
Estudios realizados en personas con demencia en estadios avanzados (moderada a grave) que vivían en residencias, cuando se les proporcionaba durante varios días, como mínimo una semana, una audición individualizada de su música preferida, mostraban una mejoría en sus niveles de ansiedad y agitación, así como en su comportamiento.
Podemos concluir resaltando que la utilización de la musicoterapia en personas que sufren la enfermedad de Alzheimer, les ayuda a mejorar o controlar los síntomas cognitivos y sobre todo la conducta y el estado de ánimo, como demuestran la mayoría de los estudios. Esta mejoría es más evidente cuando se realiza de forma prolongada y ofreciendo piezas musicales conocidas y del gusto de la persona que las escucha. En fases leves de la enfermedad, si añadimos la introducción del canto los beneficios serán más manifiestos. Sería muy positivo introducir la rutina de escuchar música, y si es posible con canto, siempre y cuando exista una buena predisposición por parte del paciente, sobre todo en aquellas horas donde observemos mayor nivel de ansiedad e inquietud, que generalmente suelen ser las tardes.
Dr. Secundino López Pousa
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