La piel es, sin duda, la parte más expuesta de nuestro organismo, y por ello también la más afectada por los cambios medioambientales, sobre todo en las áreas descubiertas como la cara, el cuello y las manos. Posiblemente, es también el órgano que más protegemos para defenderlo de los constantes estímulos dañinos que le llegan.
Al igual que en el resto de nuestro organismo, se produce un envejecimiento en la piel asociado a la edad con cambios similares a los que sufren otros órganos, existiendo una relación muy intensa entre las funciones metabólicas generales y las propias de la piel: permeabilidad, balance electrolítico, equilibrio endocrino, funciones sensoriales, entre otras.
Algunas enfermedades dermatológicas se presentan con mayor frecuencia, o exclusivamente, en las personas de edad avanzada. Esta asociación está relacionada con los cambios fisiológicos de la piel producidos por el envejecimiento y por el efecto acumulativo de sustancias contaminantes medioambientales, sobre todo con la radiación ultravioleta emitida por el sol y fuentes artificiales.
Algunas enfermedades de la piel han sido relacionadas con trastornos que afectan al cerebro, especialmente con aquellos que producen demencia, en particular la enfermedad de Alzheimer. Se han encontrado conexiones entre la enfermedad de Alzheimer y varios tipos de enfermedades de la piel, como la hidradenitis supurativa, amiloidosis cutánea, el penfigoide ampolloso, la psoriasis, el cáncer de piel y la pelagra.
La hidradenitis supurativa, conocida también como acné inverso, es una enfermedad de causa desconocida, aunque existe una predisposición genética. Se observa más en mujeres, personas con sobrepeso y fumadoras, y se desarrolla cuando los folículos pilosos se obstruyen. Publicaciones recientes señalan la existencia de mutaciones genéticas (complejo γ-secretasa) vinculadas con ambos procesos: enfermedad de Alzheimer e hidradenitis supurativa.
Las amiloidosis son un grupo de enfermedades caracterizadas por la acumulación de proteínas anormales (amiloide) que provocan alteraciones locales, afectando tanto al cerebro como a la piel. Se ha observado una conexión entre la enfermedad de Alzheimer y la amiloidosis cutánea, lo que ha llevado a establecer una relación piel-cerebro que sigue siendo motivo de estudio.
El penfigoide ampolloso, también se ha implicado tanto en el deterioro cognitivo como en la enfermedad de Alzheimer. Esta enfermedad cutánea autoinmune, poco frecuente, aparece principalmente en personas de edad avanzada y se manifiesta con grandes ampollas llenas de líquido en la piel. Aunque diversos estudios la han relacionado con el deterioro cognitivo, especialmente de origen vascular, y con la enfermedad de Alzheimer, todavía se sigue investigando esta conexión.
La psoriasis es una enfermedad inflamatoria cutánea crónica que afecta aproximadamente al 2 % de la población y que se caracteriza por lesiones bien delimitadas, escamosas y rojas, localizadas con más frecuencia en los codos, rodillas, cuero cabelludo, manos y pies. Publicaciones recientes han indicado que las personas con psoriasis tienen un mayor riesgo de desarrollar demencia y la enfermedad de Alzheimer, riesgo que disminuye cuando han sido tratadas con fármacos antipsoriásicos (agentes anti-TNFα). A pesar de estas publicaciones aisladas que observen la asociación, no se ha encontrado que la psoriasis esté asociada a marcadores preclínicos, ni existe una certeza absoluta de que implique un mayor riesgo de demencia.
Diferentes estudios han hecho referencia a que la presencia de cánceres de la piel se asocian con un menor riesgo de sufrir la enfermedad de Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos basándose en la observación de que algunos factores determinantes del crecimiento neoplásico pueden modificar o suprimir la proteína tau y, por lo tanto, prevenir el riego de sufrir enfermedad de Alzheimer. Este fenómeno se ha dado también en pacientes con neoplasias malignas de otro tipo.
Para terminar, recordamos cómo la primera enfermedad de la piel relacionada con la demencia fue la pelagra, descrita en 1735 por el médico español Gaspar Casal. Esta enfermedad causada por el déficit de vitamina B3 (presente en alimentos como carnes, pescado, lácteos, huevos y vegetales verdes) se manifiesta con lesiones cutáneas (dermatosis), diarrea y demencia. La pelagra, a nivel mundial, tiene una prevalencia cada vez menor, estando casi erradicada en los países desarrollados gracias al enriquecimiento de los alimentos con niacina A, a pesar de ser poco común, podemos considerar como población de riesgo a padecerla a los ancianos, alcohólicos y aquellas personas que siguen dietas de moda, lo que ha provocado un resurgimiento de esta entidad.
En resumen, la mayoría de las enfermedades de la piel no están implicadas en el deterioro cognitivo ni en la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, investigaciones recientes han relacionado algunas de ellas, como la amiloidosis cutánea, el penfigoide ampolloso y la psoriasis, con un posible aumento del riesgo de padecer Alzheimer. Por otro lado, se ha sugerido que el cáncer de piel podría tener un efecto protector contra el deterioro cognitivo y la enfermedad de Alzheimer. La pelagra, una enfermedad muy dañina en otras épocas, actualmente tiene una incidencia cada vez menor a nivel mundial.
Dr. Secundino López Pousa
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