El hipotiroidismo es una enfermedad endocrina caracterizada por la disfunción de la glándula tiroides, que resulta en una producción de hormonas tiroideas insuficiente para satisfacer las necesidades de los tejidos periféricos. Estas hormonas son esenciales para el funcionamiento adecuado de todo el organismo.
La síntesis de las hormonas tiroideas se realiza en las células foliculares de las glándulas tiroideas, y es regulada principalmente por la tirotropina (TSH). Se requieren yodo y una proteína llamada tiroglobulina, que está compuesta por varios aminoácidos, y culmina en la producción de hormonas tiroideas: tiroxina (T4) y triyodotironina (T3).
Hablamos de hipotiroidismo primario cuando se produce una disfunción clínicamente manifiesta de la glándula tiroidea sin relación con otras causas externas a ella. En las primeras etapas de este proceso, tiende a aumentar el nivel de tirotropina en la circulación sanguínea, mientras que los niveles de hormona tiroidea permanecen dentro de los parámetros normales. Conforme avanza la insuficiencia tiroidea, los niveles de tiroxina libre disminuyen y, por lo general, es cuando aparecen los primeros síntomas de la enfermedad.
En general, los pacientes sintomáticos muestran una gran preocupación por las alteraciones cognitivas y por la sensación de fatiga, ambas suelen vincularse con la ansiedad y la depresión, especialmente en mujeres de edad avanzada. A estos síntomas se suman otros más inespecíficos, como la confusión mental, la sensación de frío, la ronquera, la piel seca, el aumento de peso y el estreñimiento.
La mayoría de las molestias asociadas al hipotiroidismo primario se alivian con el inicio del tratamiento con medicación (levotiroxina), aunque entre un 10 y un 15 % de estos pacientes experimentan de manera persistente una mala calidad de vida. La clínica más frecuente se caracteriza por fatiga, síntomas depresivos y dificultades cognitivas, especialmente a la hora de memorizar y encontrar palabras. Estas molestias suelen darse agrupadas y son descritas por los afectados como «niebla mental».
El síntoma «niebla mental» se ha descrito ampliamente en el síndrome post COVID-19, aunque también se ha observado en personas que padecen síndrome de fatiga crónica, enfermedad celíaca, sensibilidad al gluten no celíaco, lupus eritematoso sistémico, cáncer tratado con quimioterapia y en mujeres menopáusicas. En todos estos padecimientos, los pacientes manifiestan déficits en la atención y dificultades para memorizar, para el control de impulsos, la flexibilidad mental y la planificación, la organización y la resolución de problemas.
Hasta la fecha actual, se ha considerado que la demencia en personas con hipotiroidismo es potencialmente reversible. Por ello es importante que, en el proceso de diagnóstico de una demencia, se realice un examen hormonal tiroideo de rutina para distinguirla de otros trastornos cognitivos que cursen con hipotiroidismo.
Es conocido que durante el envejecimiento normal se producen cambios leves en la función tiroidea, observándose una reducción en la secreción de tiroxina y triyodotironina, aunque las concentraciones séricas de tiroxina total y libre permanecen estables. Cuando ya existe un hipotiroidismo clínico en adultos, con disminución de los niveles séricos de hormonas tiroideas, se presentan claramente déficits cognitivos propios de este trastorno: dificultades en la atención, aprendizaje, memoria y velocidad psicomotora, aunque la comprensión del lenguaje se mantiene intacta.
Varios estudios clínicos han evidenciado una asociación entre niveles anómalos en suero de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) y la neuropatología característica de la enfermedad de Alzheimer, lo cual se manifiesta en un incremento de la beta-amiloide y la fosforilación de la proteína tau. Así, se constató en un estudio de seguimiento que incluyó pacientes con enfermedad de Alzheimer y con hipotiroidismo subclínico, un incremento en los niveles de la hormona estimulante de la tiroides en aquellos afectados por la enfermedad. Además, se ha observado que la disminución de la hormona T3 se relaciona con atrofia de la corteza cerebral y el hipocampo, lo que conlleva una disfunción sináptica y cognitiva. Estudios preclínicos también han demostrado que la administración de hormona tiroidea retarda la progresión de la patología de la beta-amiloide y la neuroinflamación asociada.
Publicaciones recientes sugieren que el hipotiroidismo podría ser un factor de riesgo para el desarrollo y la progresión de la enfermedad de Alzheimer, y que las alteraciones metabólicas derivadas de la disfunción hormonal tiroidea en el cerebro podrían potenciar la producción de beta-amiloide y la fosforilación de la proteína tau. Estas alteraciones afectan a la plasticidad sináptica y a las funciones cognitivas, siendo las responsables de la pérdida cognitiva.
A pesar de todo, la implicación subyacente entre el hipotiroidismo y la enfermedad de Alzheimer parece ser compleja. Es cierto que las hormonas tiroideas cumplen funciones cruciales en la regulación del metabolismo cerebral, la mielinización, la reparación celular y la neurogénesis, y que también se ha observado una expresión significativa de receptores de hormonas tiroideas en áreas cerebrales clave, particularmente en las neuronas colinérgicas del hipocampo y el prosencéfalo basal. Pero persiste la incertidumbre acerca de si el hipotiroidismo puede desencadenar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer o si, por el contrario, surge como una consecuencia secundaria de esta enfermedad. De ahí la necesidad de continuar con la investigación en este campo y, en el caso de que en una persona exista hipotiroidismo, realizar el tratamiento hormonal sustitutivo para evitar la demencia secundaria al hipotiroidismo.
Dr. Secundino López Pousa
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