Desde el inicio del boxeo, se observó que aquellas personas que habían practicado este deporte, y sobre todo quienes lo habían hecho con intensidad, y que habían recibido de manera repetida múltiples traumatismos craneales, mostraban con el tiempo alteraciones cognitivas. Cuanto mayor era el número de contusiones craneales, más posibilidades tenían de desarrollar deterioro cognitivo y, en algunos casos, se podía finalizar en demencia.
Esto explica la denominación de «demencia pugilística» a este tipo de alteraciones. Con el tiempo, se comprobó que esta afectación cognitiva, también se podía desarrollar en otras profesiones o actividades, sobre todo en aquellas en las que el cráneo sufría lesiones traumáticas repetidas.
Años más tarde, el término demencia pugilística es sustituido por el de encefalopatía traumática progresiva, y posteriormente por «encefalopatía traumática crónica». Actualmente sabemos que sufrir contusiones cerebrales traumáticas leves repetitivas conduce a dicha encefalopatía.
Hasta hace poco, la encefalopatía traumática crónica ha sido considerada un factor de riesgo para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, basándose en el hallazgo en estos pacientes de alteraciones patológicas observadas en los cerebros de las personas que habían desarrollado la enfermedad de Alzheimer (β-amiloide). Se supuso que los traumatismos repetidos ejercidos sobre el tejido cerebral y las neuronas, provocaban una inflamación que liberaba sustancias tóxicas que inducían la formación de placas corticales difusas de β-amiloide.
Existe un estudio poblacional amplio realizado en exjugadores de fútbol profesional, con el objetivo de conocer el riesgo que presentan de mortalidad y enfermedades concomitantes, comparados con la población general. Se observó que, hasta los 70 años, la mortalidad por cualquier causa en los exjugadores era menor, pero que a partir de esa edad era más elevada. Solo los que habían sido porteros se comportaban como la población general. Llamó la atención que el grupo de exjugadores presentaba menor mortalidad por cardiopatía isquémica y cáncer de pulmón, y desarrollaba con mayor frecuencia la enfermedad de Alzheimer, aunque tenía menor incidencia de enfermedad de Parkinson.
Los investigadores concluyeron que en los exjugadores de fútbol profesional, hasta la edad de los 70 años, la práctica del ejercicio reducía la mortalidad general, tal como se había constatado en otros estudios realizados en atletas de élite. Posiblemente estaría relacionado con factores protectores de la salud, como niveles más altos de actividad física, menores tasas de obesidad y menor consumo de tabaco. Pero, después de esta edad, se manifiestan las enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la encefalopatía traumática crónica. Esto ya se había observado en otros estudios neuroanatómicos cerebrales realizados en exatletas de diferentes deportes de contacto, incluidos jugadores de fútbol, que mostraron que eran más propensos a desarrollar enfermedades neurodegenerativas. Las enfermedades neurodegenerativas en los exjugadores serían el reflejo tardío de lesiones cerebrales traumáticas, o de impactos repetitivos en la cabeza con conmoción cerebral.
Otro estudio, complementario al anterior, que investigaba el riesgo de sufrir enfermedad neurodegenerativa en exjugadores de fútbol profesional masculino, en relación a la posición en el campo y la duración de su profesión, mostró que el riesgo general para desarrollar la enfermedad neurodegenerativa es aproximadamente 3.5 veces mayor respecto a la población general, salvo en los porteros, que tenían el mismo riesgo de la población general. Este riesgo era más elevado en algunas posiciones del campo, sobre todo en los defensas, que era de cinco veces mayor. A su vez, el riesgo se incrementaba en los jugadores con mayor tiempo de ejercicio de su profesión.
Recientemente, se realizó una evaluación a largo plazo de los resultados de salud y de la mortalidad en una población de exjugadores universitarios de fútbol americano, y fueron comparados con una muestra equivalente de varones de la población general. Se observó que en el primer grupo existían con mayor frecuencia: deterioro cognitivo, dolores de cabeza recurrentes y enfermedades cardiovasculares, y que tenían mayor mortalidad por cáncer cerebral y por otras enfermedades neurodegenerativas, aunque presentaban menor mortalidad en las enfermedades de los sistemas circulatorio, respiratorio, digestivo, y por violencia. Estas diferencias fueron atribuidas a que el grupo de los exjugadores habían estado expuestos y sufrieron un elevado número de impactos repetitivos en la cabeza, provocándoles a algunos de ellos episodios subconmocionales o conmocionales.
Cuando se han analizado los cerebros de los exjugadores de fútbol americano, se ha observado un grado de neurodegeneración que era más elevado cuanto mayor era el nivel de juego. La gravedad de la misma ha sido asociada, entre otros, a factores como la edad de inicio y tiempo de duración del juego, la posición en la que se sitúa el jugador, la frecuencia y acumulación de golpes. En aquellos en los que se ha producido encefalopatía traumática crónica grave se observaron, aparte de las lesiones típicas de la enfermedad de Alzheimer, otras propias de enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de los cuerpos de Lewy (19 %), la enfermedad de la neurona motora y la degeneración frontotemporal.
En otras series, se ha descrito que los cambios neuropatológicos de encefalopatía traumática crónica ocurren en el 75 % de los exjugadores de fútbol y rugby. No obstante, la frecuencia de la patología era menor que los casos de demencia.
Desde el punto de vista clínico, la encefalopatía traumática crónica, ya sea leve o grave, se manifiesta por síntomas conductuales, afectivos y cognitivos. La mayoría de estos pacientes presentan alteraciones de la conducta que se caracterizan por impulsividad y pérdida del control de impulsos, y que van acompañadas de síntomas afectivos (depresión, apatía y ansiedad) y cognitivos con pérdida de memoria, dificultad para mantener la atención y afectación de las funciones ejecutivas. En el momento de la muerte, presentaban demencia el 77 % de las personas que inicialmente presentaban síntomas cognitivos, el 69 % de los que inicialmente eran conductuales o afectivos y el 69 % de los que comenzaban con síntomas cognitivos y síntomas de comportamiento o estado de ánimo.
Hoy en día conocemos mejor las consecuencias negativas de los traumatismos repetidos sobre el cráneo que son frecuentes en algunas actividades deportivas, como: boxeadores, luchadores, jugadores de futbol europeo, americano, canadiense y australiano, rugby y hockey. Los daños provocados por este proceso se han relacionado con algunas enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer, la angiopatía amiloide cerebral, la enfermedad de cuerpos de Lewy y la esclerosis lateral amiotrófica. Podemos asegurar, por lo tanto, la existencia de una relación sólida entre los traumatismos cerebrales continuados de algunos deportes y el desarrollo de algunas enfermedades neurodegenerativas, entre ellas la enfermedad de Alzheimer. Pero todas ellas quedan englobadas dentro de la encefalopatía traumática crónica, cuyos criterios han sido bien definidos a nivel internacional (Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares e Instituto Nacional de Imágenes Biomédicas y Bioingeniería).
Dr. Secundino López Pousa
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