En los últimos años, diferentes publicaciones se han referido al hecho de que vivir en pareja y, más concretamente, en matrimonio (el hecho de estar casado), disminuye el riesgo de sufrir deterioro cognitivo, demencia y la enfermedad de Alzheimer. También se ha observado que las personas casadas presentan una menor mortalidad.
Estos beneficios han sido atribuidos fundamentalmente a dos factores, por un lado, la población que vive en matrimonio tienen más contacto social, y además la disponibilidad de recursos económicos es mayor.
El estar casado favorece la interacción social. Los matrimonios estables mantienen habitualmente más relaciones en grupo, realizan más tareas conjuntas con otras parejas, hacen más ejercicio y, en general, disfrutan de una mejor salud física y mental. Vivir en pareja genera una mayor estabilidad emocional, lo que conlleva mayor bienestar psicológico. Sin embargo, estos efectos positivos son desiguales según el sexo, siendo la satisfacción marital de los varones más alta que la de las mujeres.
Todos estos aspectos descritos repercuten positivamente en un incremento de la reserva cognitiva, ya que estimulan y mejoran la actividad cognitiva. Así, el cerebro puede optimizar su capacidad de trabajo y hacer frente a los posibles daños neuropatológicos, con la utilización de mecanismos cognitivos compensatorios.
Además, las personas que viven en matrimonio suelen tener mayor patrimonio, ya que por un lado tienen mayores ingresos, pero también menores gastos al compartir las tareas dentro del hogar. Disponer de más recursos económicos facilita una alimentación más adecuada (alimentos nutritivos), disminuye el riesgo de presentar hábitos perjudiciales para la salud y, en general, permite mejores cuidados sanitarios, al tener la posibilidad de disponer de más recursos médicos.
En sentido inverso, las personas divorciadas y viudas, al carecer de la interacción conyugal, tienen menos oportunidades de realizar la estimulación cognitiva y recibir el soporte anímico que generalmente proporciona el cónyuge, incrementando el riesgo de sufrir demencia. Algunos estudios han referido que las personas viudas tienen un riesgo un 20 % mayor de desarrollar demencia, aunque otros no han observado tanta evidencia y consideran que el riesgo de demencia en las personas divorciadas es similar al de las personas casadas. Sí que la mayoría de los estudios señalan que las personas solteras tienen un riego muy superior de desarrollar demencia, respecto a las casadas, llegando a un 42 % más.
Una de las incógnitas ante los cambios en los modelos sociales sobre la convivencia de las personas es si afectarán al riesgo de sufrir deterioro cognitivo y demencia. Sea como fuere, lo que es importante es que cualquier tipo de convivencia futura estimule la interacción social y promueva estilos de vida saludables, para ayudar en la prevención de sufrir deterioro cognitivo y otras enfermedades orgánicas
Dr. Secundino López Pousa
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