Una de las preocupaciones más generalizadas en la población es el no poder descansar bien por las noches y no disfrutar de un sueño confortable, ya que ambos son considerados como esenciales para disfrutar de una buena salud.
El no dormir adecuadamente y la falta de sueño, son factores de riesgo para desarrollar enfermedades crónicas como la obesidad, la hipertensión, la diabetes y la depresión, entre otras. Las alteraciones del sueño también pueden ser un síntoma y una causa de desarrollo de algunas enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Parkinson y la de Alzheimer.
La apnea del sueño en el adulto es el trastorno, dentro de las alteraciones del sueño, que más afecta a las personas. Diferentes estudios poblacionales han mostrado prevalencias en torno al 35 % (entre el 25 y el 46 % dependiendo de las poblaciones). Por sexo, los varones tienen 3 veces más probabilidades de sufrir apneas del sueño que las mujeres.
Decimos que una persona sufre apnea del sueño, cuando durante el mismo, presenta episodios de corta duración (aproximadamente 10 o más segundos) en los que se interrumpe el flujo de la entrada de aire al pulmón durante la inspiración. Esto conlleva una disminución de oxígeno (hipoxia) dentro de los hematíes que circulan por las arterias, afectando a todo el organismo y, como consecuencia, un aumento del carbónico.
A nivel cerebral, en el tronco encefálico se encuentran las neuronas encargadas de regular la oxigenación, las cuales se estimulan cuando se reduce la oxigenación hasta un determinado nivel. Esto provoca de manera inmediata la estimulación de las neuronas encargadas de activar los músculos de las vías respiratorias superiores. Así y de un modo automático, se produce una recuperación inmediata de la actividad muscular, y el ritmo respiratorio retornará progresivamente a la normalidad. La persona que lo sufre no es consciente de esta situación, que provoca un despertar transitorio muy corto, imperceptible.
Estas apneas, denominadas popularmente ronquidos, son detectadas por las personas que comparten la habitación, pero no por aquellas que la sufren salvo que se despierten por el ruido del ronquido. Es frecuente que, al día siguiente y como consecuencia de las apneas, el paciente sufra molestias como sensación de no haber dormido bien, somnolencia, torpeza, cansancio, dificultad de concentración, dolor de cabeza y/o sequedad de boca.
La mayoría de los estudios realizados en personas que sufren apneas y otros trastornos respiratorios señalan que esta población presenta alteraciones cognitivas, sobre todo déficit de atención, pérdida de memoria y dificultad para las funciones ejecutivas (funciones que permiten la organización y la planificación).
La disminución de la oxigenación repetida produce lesiones a nivel cerebral, como ocurre en otros trastornos respiratorios. En animales de experimentación se ha observado afectación en zonas cerebrales asociadas a las áreas cognitivas (atención y memoria) con lesiones, sobre todo a nivel del hipocampo, tronco encefálico, áreas frontales, parietales y temporales, regiones límbicas y sustancia gris del cerebelo.
En los pacientes que presentan trastornos respiratorios crónicos también se ha referido mayor riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas, y especialmente la enfermedad de Alzheimer. A su vez, en las fases avanzadas del deterioro cognitivo (demencia avanzada) es frecuente la presencia de alteraciones del sueño, observándose sobre todo apneas severas. En estos casos, cuando se han podido realizar estudios neuropatológicos del cerebro post mortem, se ha hallado, sobre todo, una afectación severa del hipocampo.
Diferentes estudios observacionales realizados en humanos señalan una clara relación entre la apnea del sueño, los trastornos cognitivos y el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, en pacientes no tratados, aunque las alteraciones cognitivas observadas no muestran un patrón específico.
En general, las personas con apneas de poco tiempo de evolución no muestran alteraciones cognitivas, aunque aparecen sí el trastorno se prolonga por meses o años. Cuando se realizan tratamientos que ponen fin a las apneas, los déficits cognitivos revierten y con ello también desaparece el riesgo de desarrollar demencia.
No está clara cuál es la causa del deterioro cognitivo y de la evolución hacia la enfermedad de Alzheimer en aquellas personas que sufren apnea del sueño. Se han señalado diferentes procesos relacionados con el dormir pocas horas y descansar mal durante el sueño, de hecho, ambas situaciones aumentan la actividad neuronal cortical y liberan sustancias toxicas que conllevan la formación de placas de amiloide, que se relaciona con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Asimismo, el dormir poco durante meses, incrementa la proteína Tau, también implicada en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Para algunos autores, lo más relevante es la producción de radicales libres asociada a la privación del sueño, que conduce al estrés oxidativo, claramente implicado en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
Estas alteraciones del sueño provocan un conjunto de alteraciones orgánicas que inducen una degeneración neuronal debido tanto al estrés oxidativo, como al proceso inflamatorio relacionado y que afecta a la transmisión sináptica. Al mismo tiempo, también se conoce la producción de alteraciones metabólicas de la glucogénesis y en la secreción del factor neurotrófico (factor que promueve el desarrollo neuronal y por ello implicado en el aprendizaje y la memoria).
El tratamiento de la apnea persigue mantener abierta la vía aérea con el objetivo de normalizar la entrada de aire y restablecer el descanso normal. Para ello se utiliza un compresor que se aplica a nivel de las vías aéreas y que ejerce una presión positiva continua y constante en las vías respiratorias (CPAP). Con este CPAP mejora la cognición en general, y sobre todo la memoria, el aprendizaje y la velocidad de procesamiento mental. También se recomienda la utilización de este CPAP en pacientes con enfermedad de Alzheimer que sufren apneas del sueño, siendo el modo más eficaz para mejorar la cognición independiente del grado de deterioro cognitivo que presente la persona. El beneficio ha sido mayor en personas con demencia de tipo Alzheimer en las fases iniciales.
Dr. Secundino López Pousa
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