A lo largo de la historia se ha considerado que el consumo de pescado o de su aceite era beneficioso para el buen desarrollo humano y para una vida saludable. E, incluso, se recomendaba incrementar su ingesta durante el embarazo. Se suponía que los bebés y los niños de madres consumidoras de pescado desarrollaban mayores habilidades motoras, visuales y del lenguaje. Las investigaciones recientes, realizadas en población de edad entre 10 y 12 años, muestran que aquellos niños que consumen más pescado tienen mejor calidad del sueño, y presentan mejores resultados cognitivos en la parte verbal del coeficiente intelectual a largo plazo.
Desde hace tiempo, el consumo de pescado estaba asociado a un efecto positivo en la cognición, sobre todo en las personas predispuestas a desarrollar enfermedades neurodegenerativas. Estas afirmaciones procedían de las observaciones halladas en diferentes estudios realizados en animales de experimentación predispuestos a padecer enfermedades neurodegenerativas, sobre todo en la enfermedad de Alzheimer. Las dietas enriquecidas con ácidos grasos de pescado mejoraban la capacidad de aprendizaje y mostraban un menor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
El beneficio del pescado sobre la cognición se ha atribuido a las grasas, y en especial a los ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico, que son ácidos grasos omega-3 de cadena larga. Estos son fundamentales en el crecimiento y en el desarrollo de la membrana neuronal y por tanto de la actividad neuronal. Se les atribuye la propiedad por un lado de disminuir la formación de amiloide y también contrarrestar los efectos inflamatorios y dañinos provocados sobre la membrana neuronal. Algunos investigadores habían señalado que en estos efectos neuroprotectores participaban, además de los ácidos grasos, la vitamina D y el selenio, que son muy elevados en el pescado. Es bien conocido que ambos nutrientes son esenciales en la prevención del envejecimiento general y neuronal.
Aunque se sigue defendiendo que una mayor ingesta de pescado o bien ácidos grasos poliinsaturados omega-3 de fuentes dietéticas (preparados comerciales) se asocian con un menor riesgo de demencia, no todos los estudios han sido unánimes en esta asociación. Mientras que algunos estudios poblacionales de seguimiento a corto plazo (dos o tres años) hallaron que la mayor ingesta de pescado se asociaba con un menor riesgo de desarrollar demencia y la enfermedad de Alzheimer, otros estudios de seguimiento a largo plazo (alrededor de 10 años) no observaron mejoría. E incluso, en la mayoría de las investigaciones con seguimientos a largo plazo de la población, los resultados muestran que presentan el mismo riesgo de desarrollar demencia o enfermedad de Alzheimer las personas que normalmente no consumen pescado como aquellas que lo hacen habitualmente.
Cuando los estudios incluían muestras poblacionales muy altas, sí se ha observado que una mayor ingesta de pescado enlentecía la perdida cognitiva global y disminuía la pérdida de la memoria, sobre todo cuando el consumo es de cuatro o más raciones semanales con respecto a aquellos que solo comían una ración a la semana.
Se ha comprobado que el consumo de preparados dietéticos a base de ácidos grasos polinsaturados omega-3 no disminuye el riesgo de desarrollar demencia o de sufrir la enfermedad de Alzheimer, pero cuando es administrado a adultos jóvenes se ha observado mejoría de la memoria, aunque no de otras áreas cognitivas.
Recientemente se han publicado los resultados de un amplio estudio poblacional, con un seguimiento de 7.2 años. En él se realizó la extracción de muestras de sangre con el objetivo de conocer los niveles y la proporción de los diferentes ácidos grasos. Hallaron que aquellas personas que tenían proporciones más elevadas del ácido docosahexaenoico mostraban un menor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia. Además, observaron una relación directa entre beneficio y los niveles de ácidos grasos en sangre, siendo ésta aun mayor en las personas portadoras genéticamente del alelo ε4 de la apolipoproteína E (APOE-ε4), que indica predisposición para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Los investigadores señalaron que este ácido graso no solo es saludable para el cerebro, sino que también posee importantes efectos positivos cardiovasculares, que podrían haber contribuido en el beneficio cognitivo. Este hallazgo ya había sido señalado hace años por otros investigadores que habían observado que las personas que mostraban niveles muy elevados en sangre de ácido docosahexaenoico mostraban una reducción significativa del 47 % para el riesgo de desarrollar demencia.
Los autores destacan que la asociación de ácido eicosapentaenoico y de ácido docosahexaenoico (índice omega-3) es menos efectiva que cuando se utiliza solo el ácido docosahexaenoico y concluyen que será necesario realizar más investigaciones para conocer el porcentaje de cada uno de ellos a la hora de disminuir del riesgo de demencia. De hecho, los resultados publicados de un estudio preventivo para la enfermedad de Alzheimer, realizado en personas de 70 o más años que presentaban problemas de memoria, y que recibieron suplementación oral con ácido docosahexaenoico (800 mg) y eicosapentaenoico (hasta un máximo de 225 mg), no habían mostrado beneficios cognitivos.
En todo lo expuesto con anterioridad, no existe un consenso sobre el efecto protector del consumo de pescado en la prevención de las demencias en general y la enfermedad de Alzheimer en particular. Aún así, se recomienda su consumo en cuatro o más raciones semanales, ya que la mayoría de estudios han señalado que reduce globalmente la pérdida cognitiva, y especialmente de la memoria.
Dr. Secundino López Pousa
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