¿Puede ser beneficioso consumir Kéfir para prevenir la enfermedad de Alzheimer?
El diccionario de la Real Academia Española define kéfir como «leche fermentada artificialmente y que contiene ácido láctico, alcohol y ácido carbónico», aunque generalmente se le considera como «bebida elaborada a partir de leche fermentada por una mezcla de levadura y bacterias endógenas productoras de ácido láctico, muchas de las cuales son probióticos».
La Organización Mundial de la Salud considera beneficiosos para la salud los probióticos con microorganismos vivos (como el kéfir) cuando se consumen en las cantidades adecuadas. En este sentido, los resultados de varios estudios sobre el consumo de bebidas de kéfir, ponen de manifiesto sus efectos antimicrobianos, antitumorales y anticancerígenos, además de que favorecen la reducción de la presión arterial elevada, el colesterol y los niveles de glucosa.
El kéfir es una bebida con un sabor ligeramente ácido que se obtiene de la fermentación de los granos de kéfir, generalmente en la leche (vaca, oveja, cabra, búfalo, yegua, o de otro tipo de animal) o en el agua. Estos granos tienen un tamaño reducido (entre 1 y 3 cm de longitud) y un aspecto gelatinoso y viscoso, semejantes a los ramilletes de una coliflor, con un color blanquecino o amarillo claro, y están compuestos por diferentes microorganismos que se compactan a través de la matriz de un polisacárido, proteínas y lípidos.
En general el kéfir contiene 80 a 90 % de agua, 0.2 % de lípidos, 3.0 % de proteínas, 6.0 % de azúcar y 0.7 % de cenizas, y aproximadamente 1.0 % de ácido láctico y alcohol, conjuntamente con diferentes microorganismos que generalmente son bacterias lácticas y acéticas, así como levaduras que conviven de modo simbiótico. Aunque las especies bacterianas difieren según el origen geográfico de los granos de kéfir, predominan los Lactobacillus kefiranofaciens, Lacticaseibacillus paracasei, Lactiplantibacillus plantarum, Lactobacillus acidophilus y Lactobacillus delbrueckii.
Al valor nutricional de la leche que le sirve de soporte, el kéfir aporta altas concentraciones de calcio, magnesio, potasio y de sodio y, en menor cuantía, zinc, cobre, hierro, así como azúcar ferúlico, ácido salicílico, vitaminas (B1, B2, B5 y C), y diferentes aminoácidos esenciales.
Aunque su origen podría estar en la China, su consumo tal como lo conocemos actualmente se inició en los países de los Balcanes, donde se dieron a conocer sus propiedades saludables. Fundamentalmente se han utilizado en la prevención de enfermedades respiratorias (viriásicas, tuberculosis), de trastornos digestivos (úlceras gástricas, inflamaciones intestinales crónicas) y de enfermedades del hígado, y en el insomnio y la desgana, entre otras. Estas características beneficiosas para la salud hicieron que su consumo se extendiera rápidamente a otros países, y actualmente se ingiere en todo el mundo, especialmente en Rusia, Japón, Francia, España, Alemania, Estados Unidos, Canadá y Brasil.
Al igual que los probióticos pueden ser considerados como una alternativa terapéutica en la prevención y desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, como lo refieren algunos estudios, podemos pensar que el kéfir, como bebida probiótica, pueda resultar beneficiosa para la salud en general y también para las enfermedades neurodegenerativas, tanto por su capacidad antioxidante como antiinflamatoria.
Estudios realizados en animales de experimentación predispuestos a desarrollar la enfermedad de Alzheimer, a los que se les había administrado kéfir, demostraron su capacidad para atenuar el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, mejorando la función cognitiva (aprendizaje y memoria), así como la actividad locomotriz y la supervivencia.
Se han realizado pocos estudios que se centren en el efecto que tiene la administración de kéfir en humanos sobre la prevención y desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Recientemente se han publicado los resultados de una investigación que evaluaba la función cognitiva y diferentes biomarcadores de estrés oxidativo sistémico en pacientes diagnosticados con enfermedad de Alzheimer a los que se les había administrado una suplementación diaria con kéfir (dosis mínima de 2 ml/kg durante 90 días). El estudio mostró beneficios significativos sobre la pérdida cognitiva, observándose mejoría significativa en la memoria, en el lenguaje, en las funciones ejecutivas, en la función visuoespacial, en la conceptualización y en las habilidades de abstracción. También se hallaron resultados positivos a nivel de la inflamación sistémica, constatando una reducción de las enzimas proinflamatorias y del estrés oxidativo sistémico, lo que supone una reducción de los daños y de la muerte neuronal.
Aunque son necesarios nuevos estudios que confirmen estos hallazgos, podemos decir con lo que sabemos hasta el momento actual que el kéfir, gracias a su capacidad antiinflamatoria, previene la degradación neuronal al mismo tiempo que activa los receptores cerebrales relacionados con el aprendizaje y la memoria.
Dr. Secundino López Pousa
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