La leche es uno de los alimentos más consumidos a nivel mundial, considerándose un producto esencial, sobre todo durante la infancia y la adolescencia. Además de su utilización como bebida, existen otras formas de presentación, también muy comunes en la alimentación de la mayoría de la población, que denominamos productos lácteos, como la crema, la mantequilla, el yogur, el kéfir y el queso.
El consumo diario de leche comporta la ingesta de una cantidad importante de proteínas, calcio, magnesio, cinc, selenio, potasio, fósforo y vitaminas liposolubles A, D, E y vitaminas del grupo B. Por estas razones, la leche de vaca es considerada como un alimento sustancial para la salud general, y en especial para lograr una buena calcificación ósea y prevenir el riesgo de sufrir algunos cánceres, así como mejorar la esperanza de vida.
La leche de vaca, en términos medios está compuesta por un 87% de agua, un 4.5% de lactosa, un 3.5% de grasa, un 3% de proteínas, un 0.8% de minerales y un 0.1% de vitaminas. Para consumo humano la leche se presenta como entera, parcialmente descremada o descremada, dependiendo de la proporción de grasa que contenga. La leche entera contiene al menos 30 gramos de grasa por litro, la parcialmente descremada al menos 6 g/l, y la descremada 5 g/l como máximo. Las leches con menor cantidad de grasa tienen menores concentraciones de vitaminas liposolubles, de ahí que, en algunos países, se añadan vitaminas A y D a estas presentaciones.
Los aspectos negativos más importantes del consumo de leche entera son su alto contenido en grasas saturadas, las alergias debido a una intolerancia individual y la intolerancia a las proteínas de la leche o a la lactosa.
En los últimos años se han publicado diferentes estudios, llevados a cabo en amplias poblaciones, en los que se había evaluado si la ingesta de leche y otros productos lácteos (nata, yogur, postres lácteos y queso) consumidos durante varios años, favorecían la presentación de un deterioro cognitivo o el desarrollo de demencia. En la mayoría de ellos, aunque no todos, se observó que el consumo de leche o productos lácteos prevenía el deterioro cognitivo y la aparición de la enfermedad de Alzheimer, mientras que el consumo durante más de 20 años de leche desnatada, sobre todo en la mediana edad, se asociaba con un incremento del deterioro cognitivo. Una de las investigaciones, realizada en población femenina, mostró que las mujeres que consumían leche o productos lácteos (yogur y queso) no presentaban deterioro cognitivo, sin embargo, las que tomaban postres lácteos (flan, arroz con leche, natillas…) lo sufrían, y concluían con desaconsejar su consumo.
Se atribuye el beneficio de la leche para la prevención de la enfermedad de Alzheimer especialmente a la caseína, al calcio y al magnesio, así como a su alta capacidad para inhibir la acción de las citoquinas inflamatorias, disminuir el estrés oxidativo e inhibir la agregación y los depósitos de beta-amiloide.
La mayoría de las investigaciones indican que un consumo diario de leche entera de, al menos, 200 ml (aproximadamente 1 taza) por día, es útil no solo para la prevención de la demencia, sino también para reducir el riesgo de la osteoporosis, de la obesidad, del síndrome metabólico, de la hipertensión arterial, de los ictus y de las enfermedades cardiovasculares. Precisamente, para prevenir estas últimas, la Asociación Americana de Cardiología y las guías alimentarias estadounidenses, recomiendan la introducción en la dieta un mínimo diario de 200 ml de leche entera, o bien tres tazas al día de leche descremada.
Dr. Secundino López Pousa
Cómo citar esta página:
Utilizamos cookies para mejorar su experiencia de navegación y los servicios que le ofrecemos. Al clicar en «Aceptar», o si continúa navegando, usted reconoce que ha leído y comprendido nuestra política de privacidad, y que acepta el uso de nuestras cookies.