El elevado valor nutritivo de la soja ha motivado, en los últimos años, la realización de numerosos estudios científicos en el campo de la prevención de la función cognitiva y de la enfermedad de Alzheimer.
La soja es una legumbre que, a diferencia de otras, es pobre en carbohidratos y rica en proteínas y grasas. Por su elevada concentración en oligosacáridos y su bajo contenido en carbohidratos, se la considera un buen regulador intestinal con una alta capacidad para estimular el crecimiento bacteriano en el colon, considerándola como un prebiótico. La proporción de proteínas de la soja es ligeramente superior a la de otras proteínas vegetales (lentejas, fríjoles, judías, garbanzos, habas) y muy similar a las proteínas animales (rica en aminoácidos y buena digestibilidad). En relación a su contenido graso, más de la mitad corresponde a ácidos grasos poliinsaturados, esencialmente omega-6 y omega-3, que se encuentran en una proporción aproximada de 8:1, de ahí que se considere a la soja como un alimento rico y equilibrado en ácidos grasos esenciales.
Otros efectos conocidos de esta legumbre, son su capacidad para reducir el colesterol ligado a lipoproteínas de baja densidad (colesterol LDL), entre un 4% y un 6%, sobre todo en personas hipercolesterolémicas. También disminuye la presión arterial sistólica, la incidencia de cáncer de mama, la incidencia y mortalidad del cáncer de próstata, así como los sofocos que sufren numerosas mujeres en la menopausia.
La acción sobre los sofocos se ha atribuido a uno de sus componentes, las isoflavonas, que pueden reducir tanto la frecuencia como la gravedad (alrededor del 25%).
Las isoflavonas que se encuentran en la mayoría de los alimentos vegetales, en la soja se presentan en cantidades muy elevadas, alrededor de 3,5 mg por gramo de proteína de soja. Las isoflavonas tienen una estructura química similar a las hormonas estrogénicas, que le permite tener un efecto similar al de los estrógenos y unirse a sus receptores. Por ello, se ha aconsejado su consumo a las mujeres menopáusicas, con la intención de contrarrestar la disminución de los niveles estrogénicos y, de este modo, evitar la pérdida de masa ósea que aparece después de la menopausia, y con ello el riesgo de fracturas.
La capacidad estrogénica y la alta concentración de isoflavonas de la soja también fueron motivo de estudios para evaluar su capacidad en la preservación de las funciones cognitivas y en la prevención de la enfermedad de Alzheimer.
Se esperaba que la actividad estrogénica de la soja, consumida antes de la menopausia, originaría un efecto beneficioso sobre la cognición, preservando la memoria y manteniendo las funciones ejecutivas. En un metaanálisis reciente de múltiples ensayos clínicos realizados en mujeres posmenopáusicas, se observó que las isoflavonas de soja mejoraron ligeramente algunas funciones cognitivas, así como la memoria visual, pero estudios posteriores no confirmaron estos resultados.
Los hallazgos en diferentes estudios han sido controvertidos, e incluso, en alguno de ellos con efectos negativos. Las investigaciones recientes siguen sin respaldar los efectos beneficiosos a nivel cognitivo de la actividad estrogénica de la soja.
Dr. Secundino López Pousa
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