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Rincón del experto

Coronavirus y pérdida del olfato

Olfato.

Anatomía del olfato (imagen decorativa)

© iStock.com/medicalstocks

Algunas personas que han sufrido la enfermedad por coronavirus - 2019 (COVID-19) han referido pérdida del olfato. ¿A qué se debe este síntoma?

Es bien conocido que a medida que envejecemos se produce una disminución progresiva de la capacidad olfativa. La presencia de los trastornos olfatorios leves en la población general no es rara, hasta un 15 % de las personas lo padecen y, en la mayoría de las veces, sin que se tenga conciencia de ello.

Esta cifra aumenta en la población de mayores de 50 años hasta el 25 %, observándose incluso una pérdida total del olfato hasta en el 5% de la misma. En las franjas de edad entre 64 y 80 años la afectación es de un 50%, y partir de esas edades aumenta hasta el 75%. Estas circunstancias explican por qué muchas personas en esta franja de la vida no perciben los olores ni los sabores, y sienten los alimentos como desagradables o en mal estado, negándose en ocasiones a ingerirlos, e incluso rechazando cualquier tipo de alimentación. Todo ello puede tener consecuencias, como llegar a presentar deficiencias nutricionales y, en raras ocasiones, que esta pérdida de olfato sea la responsable de envenenamiento por gas o explosiones en la cocina, ante descuidos al no haber percibido el olor.

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Comentario y consejos del experto

La disminución o la pérdida del olfato pueden ser atribuidas a muchos factores. El más importante, como ya hemos señalado, es la edad. Pero también se han observado diferencias por sexo, así, el sexo masculino generalmente tiene un menor rendimiento que el femenino. Otros factores también afectan a esta capacidad, como el hábito de fumar (las personas fumadoras perciben muchas menos sensaciones olorosas), los estados de desnutrición, la exposición a sustancias tóxicas y los traumatismos craneoencefálicos, así como otras numerosas enfermedades.

A no ser que sea el motivo de consulta, se suele dar poca relevancia a este síntoma en las visitas, tanto a nivel de médicos generalistas como de especialistas en Neurología. Sin embargo, desde la práctica clínica, la pérdida del olfato se considera como uno de los primeros signos preclínicos tanto de la enfermedad de Alzheimer como de la enfermedad de Parkinson, y su presentación ocurre una o dos décadas antes del inicio de los primeros síntomas cognitivos y motores, que son los que constituyen generalmente el motivo principal de la primera consulta en esas enfermedades.

Las fosas nasales son la puerta de entrada natural del aire que respiramos, y actúan como una válvula y como un filtro para que llegue en buen estado a los pulmones. Las fosas nasales están recubiertas por el epitelio olfativo, que es el responsable de la estimulación y secreción del moco nasal, que actúa como protector e interviene a modo de barrera para evitar la entrada de sustancias tóxicas e infecciosas (gérmenes), y hacer que estas no lleguen ni al pulmón ni al sistema nervioso.

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Además, el epitelio respiratorio posee cilios apicales que también se encargan de filtrar las partículas que entran con el aire y, como hemos señalado, atrapar los gérmenes, que quedan incrustados en la capa de moco nasal. Junto al epitelio olfativo se encuentran las neuronas sensoriales olfativas, encargadas de enviar información al cerebro para que pueda identificar los olores.

Cualquier proceso inflamatorio nasal puede provocar a nivel local alteraciones en la percepción olfativa, aunque existe otro tipo de pérdida, que es la que va asociada a las lesiones localizadas tanto en las células nerviosas olfativas, como la debida a la degeneración causada por algunas enfermedades neurológicas. Dentro de estas últimas se encuentran las debidas a las enfermedades de Alzheimer y Parkinson, que producen la reducción o la pérdida progresiva perceptiva del olfato.

La exposición a largo plazo a sustancias químicas, como por ejemplo el tabaco, puede provocar inflamación de los cilios y agotamiento de los mismos, que conlleva un aumento de infecciones y altera la inhalación y el olfato. Si esta barrera no es capaz de detener la inflamación o la infección, algunas especies de virus (adenovirus, herpesvirus, poliomielitis y gripe A, entre otros) podrán llegar al cerebro por vía retrógrada.

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Se han observado coronavirus en el líquido cefalorraquídeo y en el cerebro de algunos pacientes que habían sufrido el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) de la COVID-19, y que habían padecido enfermedad neurológica. En relación a la COVID-19 se han descrito síntomas neurológicos, como dolor de cabeza, alteración de la consciencia, astenia, parestesias y anosmia (pérdida del olfato), presentes fundamentalmente en las formas clínicas leves, aunque se han señalado otras más severas en pacientes afectados más gravemente, que son los que tienen más probabilidades de desarrollar otros síntomas neurológicos más complejos.

Fruto de un registro personal, una muestra reducida de pacientes que habían sufrido la infección por el coronavirus-2 del SARS (SARS-CoV-2) y que habían dado positivo en los test de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) en frotis nasofaríngeo, y del que un 70% eran mujeres, mostró los siguientes síntomas neurológicos: mialgias (61%), astenia (55%), cefalea (50%), anosmia (33%) y parestesias en las extremidades (22%). La duración de este cuadro clínico fue generalmente inferior a una semana, excepto para la astenia y anosmia, que se prolongaron.

Un dato que llama la atención es la mayor prevalencia de anosmia en el sexo femenino (en los varones solo en un 5%) y de la astenia en el masculino. En un 10% de los casos, la pérdida de olfato fue el primer síntoma. Otra observación interesante ha sido que las molestias mejoraron independientemente de la seropositividad del virus en el frotis nasofaríngeo. Aunque continuase siendo positivo, las molestias se redujeron de modo semejante con las de aquellas personas que ya se habían mostrado negativas. Esta muestra solo contaba con pacientes con sintomatología leve o moderada que no precisaron ingreso hospitalario, y que no habían sufrido hipoxia.

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Tal como ya se ha señalado, la COVID-19 puede afectar al sistema nervioso. Por ello, aunque las molestias que se observen generalmente son moderadas o leves, no debemos dejar de estar atentos a estas manifestaciones neurológicas, e informar a los facultativos si se presentan y, en ese caso, cómo repercuten sobre nuestra salud. La mayoría de las personas de esta muestra, que han sufrido anosmia, han ido recuperado el olfato a partir de la tercera semana, sin que podamos concretar el tiempo necesario para la recuperación definitiva, o si dejará algún tipo de secuela.

Dr. Secundino López Pousa

Cómo citar esta página:

López Pousa, S. El rincón del experto: Coronavirus y pérdida del olfato [en línea]. Circunvalación del Hipocampo, abril 2020 [Consulta: 26 de diciembre de 2024]. Disponible en: https://www.hipocampo.org/rincon-del-experto/ExpertCase0009.asp.

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Última actualización de esta página: 15-4-2020.
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Última actualización en el sitio web: 26 de diciembre de 2024
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