Una persona de 72 años consulta a su médico de familia porque a menudo sufre olvidos, tiene fallos de la memoria, no recuerda dónde deja las cosas, estando más distraído.
El médico, una vez realizada la valoración clínica con la solicitud de las pruebas de evaluación, le recomienda que practique ejercicio físico moderado, con el propósito de mejorar la memoria. ¿Hasta qué punto es cierto que el ejercicio físico pueda mejorar la memoria?
Desde hace años se tiene la evidencia de que la realización de actividad física continuada y, más concretamente, el ejercicio aeróbico como salir a caminar, correr, nadar o desplazarse en bicicleta, preserva o mejora la capacidad cognitiva.
La irrigación cerebral aumenta con la realización de ejercicio moderado, lo que conlleva a un aumento en la actividad de todas las células nerviosas, y en especial de las neuronas. Con ello se incrementa la producción de las diferentes sustancias reguladoras (neurotransmisores) que intervienen en las distintas funciones cerebrales, activando y regularizando las vías nerviosas que, sin el ejercicio, se encontrarían aletargadas.
Aunque una baja estimulación del organismo, como es el sedentarismo, es una vía excelente para el ahorro energético, cuando se prolonga se produce una disminución en la capacidad de desarrollar las funciones cerebrales básicas. Se han realizado estudios comparando el volumen del hipocampo, zona cerebral implicada en los procesos de la memoria, en personas ancianas sanas sin demencia, antes y después de la realización de un ejercicio moderado durante un tiempo prolongado. El volumen de esta área había aumentado hasta en un 2%. A su vez, en situaciones de reposo prolongado o de sedentarismo se observaba una reducción del volumen del hipocampo, disminuyendo la capacidad memorística.
Las personas que practican actividad física rutinaria muestran un mayor volumen del cerebro y también una atrofia del mismo más lenta que lo que ocurre con las personas que no realizan actividad física. Además, se ha observado que las primeras son más resolutivas en el desarrollo de actividades mentales complejas, mostrando una mayor habilidad para realizar las funciones ejecutivas.
Los ejercicios moderados refuerzan las estructuras cerebrales e incrementan su actividad, mejorando la plasticidad neuronal (neuroplasticidad), e incrementando el número de conexiones entre las neuronas (contactos sinápticos), estableciendo nuevas vías de conexión que permiten al organismo adaptarse y satisfacer las demandas que precisa el desarrollo de esta actividad.
La actividad física ha estado presente en la especie humana a lo largo de la historia, ejerciéndola durante los siete millones de años de su desarrollo. La supervivencia como especie dependía de ella, se realizaba fundamentalmente durante la caza y la recogida de productos alimenticos de la naturaleza (cazadores-recolectores). En los últimos diez mil años, y sobre todo durante el desarrollo industrial, se ha ido abandonando progresivamente esta actividad.
La mejoría que el ejercicio aeróbico realiza en la atención y en la memoria se observa sobre todo en la velocidad de procesamiento de la información, facilitando la realización de las habilidades cotidianas, especialmente las relacionadas con la visión, la audición o la coordinación de los movimientos. Asimismo, no debemos olvidar que el ejercicio físico también mejora la fuerza muscular, la marcha y el equilibrio, preocupaciones frecuentes en la senectud.
Investigaciones recientes, realizadas en la población general, han demostrado que las personas que realizan actividad física regular muestran una reducción del riesgo del 45% para el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, y una disminución del 26% para el resto de las demencias cuando son comparadas con aquellas que llevan una vida sedentaria.
La dosis óptima de ejercicio (intensidad y duración) no está clara, aunque se sugiere que a mayor nivel de actividad mayor efecto protector.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo semanal de 150 minutos de ejercicio aeróbico moderado (30 minutos, 5 días/semana), o 60 minutos de ejercicio de intensidad vigorosa (20 minutos, 3 días/semana). Se ha demostrado que es más saludable y efectiva la realización del ejercicio en forma de intervalos de intensidad (3 minutos de baja intensidad / 3 minutos de alta intensidad) que con un ritmo constante. Una intensidad de moderada a vigorosa en la práctica de la actividad física (≥450 minutos/semana), se asocia a una mayor esperanza de vida.
Dr. Secundino López Pousa
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