Un paciente con enfermedad de Alzheimer en fase avanzada lleva dos meses en los que ha mejorado, y esta mejoría se mantiene. Su esposa podría afirmar que ha vuelto a reconocerla, está mucho más despierto, se le entiende alguna frase y hace ademanes de querer iniciar una conversación.
La expresión de la cara es relajada, y parece estar mucho más contento. Ahora, cuando su esposa le da la mano para despedirse, él le coge la mano mucho más fuerte, como si no quisiese que ella se fuera. ¿Es normal que un paciente de Alzheimer en un estadio avanzado haya podido mejorar tanto?
No es fácil entender por qué las personas que sufren la enfermedad de Alzheimer, con mucha frecuencia, y tanto a lo largo del día como durante temporadas más o menos largas, muestran cambios anímicos importantes.
También resulta difícil de explicar cómo después de años o meses en los que una persona, con la enfermedad ya en fase avanzada, en esos momentos en los que está precisando de una asistencia continuada, que tiene una mínima o nula capacidad para la comunicación verbal, dificultades severas para los movimientos físicos voluntarios, dificultad para alimentarse solo y pérdida del control de los esfínteres, entre otros síntomas, mejore tan claramente en aspectos puntuales como los que se señalan, y durante un tiempo no predecible, aunque generalmente corto.
Aunque no sea más que una hipótesis, una posible explicación la tendremos a través del concepto de «reserva cerebral». Utilizamos este término para referirnos a la capacidad que tiene y utiliza el cerebro para resistir el daño que le provoca la enfermedad. La enfermedad en su evolución va dañando diferentes poblaciones neuronales pero, en su avance, un grupo de neuronas, posiblemente debido a que tienen más conexiones sinápticas o son más numerosas, se quedan aisladas y se mantienen sanas.
Pasado el tiempo este grupo neuronal vuelve a reconectarse, y en ese momento recupera sus funciones, que se activan a través de otras neuronas que también permanecen sanas, y en esas circunstancias pueden volver a desarrollar algunas de sus actividades.
Se define a la «reserva cerebral» como la habilidad que tiene el cerebro para resistir los efectos de algunas enfermedades cerebrales, generalmente neurodegenerativas, como son las demencias como la de Alzheimer, haciendo referencia a la estructura del tejido cerebral, atendiendo a la población neuronal, densidad y numero de neuronas, a sus conexiones, y al modo en que se distribuyen.
Ese término se diferencia del de «reserva cognitiva», que se refiere a la capacidad neuronal en relación a la información acumulada a lo largo de la vida, relacionada con la formación profesional y las actividades realizadas.
Como es lógico pensar, tanto la reserva cerebral como la reserva cognitiva interactúan entre ellas, y son las responsables finales de nuestra actividad cerebral y de la actividad de la vida diaria. En relación a la enfermedad de Alzheimer se ha demostrado que aquellas personas que tienen una mayor reserva cognitiva (más años de estudio, una vida laboral activa, mayores relaciones sociales...) están protegidas para el desarrollo de la enfermedad. Una buena reserva cognitiva retrasa la aparición de algunos síntomas clínicos de la enfermedad aunque, cuando aparecen, el deterioro cognitivo puede presentar un avance más marcado.
Dr. Secundino López Pousa
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