La revista Neuron presenta en su último número un artículo original en el que sus autores demuestran un efecto protector del ácido docosahexaenoico frente a la enfermedad de Alzheimer. El estudio se ha llevado a cabo sobre un modelo murino de la enfermedad (ratones transgénicos, genéticamente modificados para sufrir degeneración neuronal cerebral similar a la de la enfermedad de Alzheimer).
Ya existían varios informes acerca del efecto protector de los ácidos grasos ω-3 en varias patologías neurológicas, pero la aportación fundamental de este estudio consiste en mostrar la forma en que este ácido ω-3, ácido docosahexaenoico (DHA), detiene la degeneración cerebral.
La memoria y el aprendizaje dependen del ensamblaje de la actina de la espina dendrítica y del DHA, que es un ácido graso poliinsaturado esencial ω-3.
El consumo elevado de DHA se asocia a un menor riesgo de padecer Alzheimer, enfermedad cuyos mecanismos más intimos y cuyo potencial terapéutico aún permanecen esquivos a su conocimiento.
En el estudio que aquí comentamos, los autores comprobaron que la deprivación de DHA en la dieta de los ratones transgénicos modelo de Alzheimer se acompañaba de una reducción de los niveles de ese ácido ω-3 en el córtex frontal. Además, esa deprivación inducía una pérdida cerebral de proteínas postsinápticas, lo cual se asociaba a un mayor estrés oxidativo, y ello en ausencia de pérdida proteica neuronal o presináptica.
Se demostró que el tratamiento de estos ratones con DHA les protegía frente a tales efectos, así como frente a sus déficit conductuales, al mismo tiempo que aumentaba la fosforilación antiapoptótica de la (B-cell-lymphoma-2-associated death promoter) (BAD, que es una proteína proapoptótica).
Por otra parte, la deprivación de DHA no produjo ninguno de esos efectos adversos en los ratones no portadores de la modificación genética para padecer lesiones típicas del alzhéimer.
Para los autores, los datos emanados de este estudio sugieren que los pacientes con riesgo genético de padecer enfermedad de Alzheimer podrían ser más susceptibles ante el déficit de ácidos grasos esenciales como los ω-3, con lo que aumentar la ingesta de DHA podría constituir una estrategia neuroprotectora en tales personas.
Las mayores fuentes naturales de ácidos grasos ω-3 son los pescados azules y los de aguas frías, como el salmón y la caballa. La tendencia de estos peces (a causa de su naturaleza grasa) a retener con más facilidad contaminantes como el mercurio o las dioxinas puede hacer aconsejable que sean tomados estos ácidos grasos en forma de preparaciones comerciales, pero no es menos cierto que la mayoría de los estudios que asocian a los ácidos grasos ω-3 con la neuroprotección lo hacen con los procedentes de fuentes naturales, no con los de purificados comerciales.
Referencia bibliográfica: Frédéric Calon et al. Docosahexaenoic acid protects from dendritic pathology in an Alzheimer's disease mouse model. Neuron 2004;43:633-645.
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